Aquí os dejo otro extracto de la tesis de Jonathan Esteve Lanao (Periodización y Control del Entrenamiento
en Corredores de Fondo. Tesis Doctoral. Doctorado en Actividad Física y Salud. Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Madrid, 2007)
La carga de entrenamiento se compone de volumen de entrenamiento, intensidad, y recuperación. En este apartado definiremos sus características y explicaremos su importancia en el proceso de entrenamiento del corredor de fondo.
Volumen
El volumen de entrenamiento define la
parte cuantitativa de la carga de
entrenamiento (Verjoshanski 1990). (...) El volumen puede definirse como la
cantidad total de trabajo realizado por
sesión o ciclo de entrenamiento (Fleck
2002). Dentro del mismo puede distinguirse
en volumen “absoluto”, representado por el
total de kilómetros, repeticiones o
kilogramos en una de esas etapas
temporales (Fleck 2002) o el volumen
“relativo”, que sería la cantidad de trabajo
realizado en un ciclo determinado en
relación a la Capacidad Máxima Individual
(Naclerio 2005), es decir, por ejemplo, los
kilómetros semanales divididos por el
máximo kilometraje semanal en una
preparación o “macrociclo”. Aunque la carga de entrenamiento de
carrera pueda prescribirse por tiempo o
distancia, creemos que, al igual que otros
entrenadores como Daniels, en el caso de
corredores de bajo nivel es preferible
indicarla en tiempo, de cara a provocar
efectos fisiológicos similares respecto a las
cargas de corredores de mayor nivel. Como
ejemplo, un corredor de alto nivel puede
correr 30 kilómetros de forma suave en
unas 2 horas. Pero para un corredor de
bajo nivel 30 kilómetros sería alrededor de
una hora más, con lo que la intensidad y el
estrés fisiológicos cambian. Por ello, en
corredores de bajo nivel parece más
sensato prescribir el entrenamiento por
tiempo y no por distancia.
Así mismo creemos que indicar las cargas
de entrenamiento por tiempo y no
distancia, al menos durante ciertos
momentos de la temporada y ciertas
sesiones, reduce la ansiedad por controlar
en todo momento la velocidad o ritmo
desarrollado, permitiendo centrarse en
desarrollar una intensidad fisiológica
constante si es ese el objetivo, ya sea por
medio de la percepción o la FC.
(...) En pruebas cortas la utilidad del volumen
se concibe como entrenamiento de base,
mientras que en pruebas largas o
ultramaratones gana en especificidad y se
convierte en la principal variable de
entrenamiento (Navarro y García-Verdugo
2003).
Para Bompa (1999), el incremento del
volumen a lo largo de las temporadas es
imprescindible para producir adaptaciones
en los deportistas de elite, siendo la
principal variable en los deportistas de
resistencia. En el general de los deportes,
este autor indica las cifras aproximadas de
400 horas anuales para alcanzar un buen
nivel de carácter regional, 600 para un nivel
nacional, 800 para un atleta de nivel
internacional, y 1000 horas anuales de
entrenamiento para un deportistas entre los
20 mejores del mundo.(...) Por ejemplo, un
corredor de maratón de elite que recorriera
unos 9000 kilómetros anuales, a una media
de 3 min 45 s o 4 minutos el kilómetro,
rondaría las 600 horas anuales, lo que
supone una media anual de unos 160-180
kilómetros semanales. Un corredor que
haga una media de 100 kilómetros
semanales de media, con un período de
transición y regeneraciones periódicas,
rondaría las 300-350 horas anuales. Propone que en unos 10 años para alcanzar
el máximo nivel, se acumularía un total de
2600 horas para el atleta de alto nivel y
unas 5000 para el de elite. Esto, unido a los
datos de la evolución de Paula Radcliffe
(actual recordwoman de maratón) a lo largo de su carrera deportiva (Jones 2006,
Jones 1998), se traduciría en una
progresión lineal desde unas 150 horas en
la iniciación a unas 450 horas anuales o
hasta unas 500 como límite. En general se asume que la progresión es
fundamental, tanto en la temporada como
en la carrera deportiva, para provocar
adaptaciones pero sin provocar lesiones
(Péronnet y Thibault 2001, Bompa 1999).
Además, Navarro y García-Verdugo (2003)
indican que a partir de cierta edad y nivel
de rendimiento, el factor intensidad es el
único que puede provocar mayores
adaptaciones, pudiendo haber un leve
descenso del volumen anual de
entrenamiento (por ejemplo un ~5%). (...)
Empíricamente diversos
corredores han indicado que sus mejores
marcas no se lograron en las temporadas
que más volumen acumularon (Noakes
2003). Esto también se puede aplicar al
kilometraje máximo semanal de la
temporada. Por ejemplo, el análisis de las
mejores marcas en maratón de Ron Hill a lo
largo de once años (1964-1975) y su
kilometraje semanal, muestra que un
entrenamiento alrededor de los 140-160 km
semanales en los últimos 3 meses antes de
cada maratón resultó óptimo para él, con
picos máximos de 210-220, mientras que
otras preparaciones con volúmenes
superiores o inferiores le llevaron a peores
marcas (Noakes 2003).
Para acumular un alto volumen,
lógicamente es preciso desarrollarlo a una
intensidad baja. La práctica de un
mayoritario uso del entrenamiento de baja
intensidad se observa en trabajos científicos
de carácter descriptivo con alto nivel o elite
en diversos deportes cíclicos de resistencia,
como el ciclismo (Lucía et al 2000, Lucía et
al 1999), el remo (Fiskestrand y Seiler
2004, Steinacker et al 1998), el esquí de
fondo (Seiler y Kjerland 2004) o las pruebas
de carrera como el maratón (Billat et al
2001) y el campo a través (Esteve-Lanao et
al 2005).
La proporción se sitúa entre un 70 y 95%
del tiempo total real de entrenamiento de la
temporada o ciclo de preparación, variando
según el método de cuantificación
empleado. (...)
¿Por
qué mecanismo fisiológico es útil un alto
volumen de entrenamiento en resistencia?
Un mecanismo especialmente provocado
por el alto volumen de entrenamiento
puede ser el incremento del volumen
plasmático, que provocará un incremento
del retorno venoso, y con ello, por medio
del mecanismo de Frank-Starling, un mayor
bombeo cardiaco. De este modo se
incrementa el aporte sanguíneo a los
músculos, algo que parece clave para la
mejora del VO2max y por tanto del
rendimiento en atletas entrenados.
También es sabido que en los deportistas
de resistencia las cavidades cardiacas son
mayores que en el resto de deportistas, lo
que puede deberse a ese mayor volumen
de entrenamiento que les diferencia (Lucía
2005, Lucía et al 2000a, Lucía et al 2000b).
El entrenamiento de alto volumen puede
mejorar la economía de las fibras, incluso
sin modificar su tipología, por ejemplo
manteniendo la mayor potencia de las
fibras tipo II pero aportándoles ciertas
características de las tipo I como la eficacia
y eficiencia para consumir oxígeno, o la
capilarización (Lucía et al 2000a).
El volumen de entrenamiento tiene también
una utilidad mecánica por cuanto un
limitante del progreso deportivo puede ser
la falta de resistencia de articulaciones y
ligamentos (Verjoshanski 1990).
Diversos autores coinciden en señalar una
balanza de “beneficio-riesgo” entre el
incremento del volumen y la mejora del
rendimiento (Navarro y García-Verdugo
2003, Bompa 1999). Esto parece claro por
cuanto un incremento súbito o un volumen
excesivo pueden conducir a la lesión o el
sobreentrenamiento.
Por el contrario, tal como se desarrolla
posteriormente en lo trabajos
experimentales, parece también que la
acumulación de volumen de entrenamiento
a bajas intensidades, en su medida
adecuada pero en una alta proporción
respecto al resto de entrenamiento, puede
servir como medio para tolerar mejor con
posterioridad o paralelamente el
entrenamiento de alta intensidad, y así
evitar el sobreentrenamiento por regulación
a la baja del sistema nervioso simpático
(Esteve-Lanao et al 2007, Esteve-Lanao et
al 2005, Seiler y Kjerland 2004, Lucía et al
2001b).
La mínima intensidad que se ha sugerido
como útil para el entrenamiento de
volumen ronda el 70-60% de la FC máx
(Seiler 1997) o 65-70% de la Potencia
Aeróbica Máxima (Péronnet et al 2003).
Intensidad
Del análisis del entrenamiento de los
grandes corredores de fondo se
desprenden dos aspectos comunes, ambos
relacionados con la intensidad de
entrenamiento. Por una parte, casi todos
los grandes corredores de fondo obtuvieron
éxitos previos en distancias más cortas. En
segundo lugar, no siempre realizaron
volúmenes enormes, pero todos incluyeron
entrenamiento de alta intensidad en su
entrenamiento (Noakes 1992)
La intensidad del entrenamiento es el
componente cualitativo (Bompa 1999). La
intensidad presenta más formas de
expresión, que básicamente se agrupan en
variables de intensidad fisiológica o interna
(%VO2max, Frecuencia Cardiaca o % de la
FCmax, lactato o percepción de esfuerzo) y
externas (velocidad o ritmo).(...) Una referencia intermedia entre la potencia
desarrollada y el significado fisiológico es
utilizar porcentajes de la velocidad aeróbica
máxima, siempre y cuando ésta también se
identifique periódicamente.
Pero todos los medios para prescribir una
intensidad en resistencia tienen sus
limitaciones: la velocidad no es constante si
el relieve, la superficie o la fatiga se
modifican, por lo que el estrés fisiológico
tampoco es constante. La FC puede verse
afectada por la fatiga y todo lo relacionado
con ella (hidratación, calor,
sobreentrenamiento…), y se debe tener en
cuenta su cinética de activación en los
entrenamientos intermitentes por la
interacción metabólica. El lactato no
permite una monitorización en esfuerzo ni
inmediata, como el VO2, y la percepción es
así mismo relativa a la velocidad solo si la
fatiga es pequeña, siendo quizá la más útil
herramienta, si bien requiere de una
experiencia notable.
En el entrenamiento corriente parece más
sensato utilizar variables de control de la
carga interna. Sin embargo, para evaluar
periódicamente los progresos, o en los
entrenamientos de “ritmo” durante la preparación inminente para la competición
objetivo, la referencia ritmo o velocidad
cobran todo el protagonismo, aunque siga
siendo útil relacionarlo con referencias
fisiológicas. Al fin y al cabo, los triunfos y
las marcas se ganan contra el tiempo.
Una cuestión clave en el entrenamiento de
resistencia aeróbica es la de establecer las
intensidades óptimas de entrenamiento.
Como es de suponer, éstas deben ser
distintas según el nivel de la población.
Se ha indicado recientemente que la
diferencia principal estriba entre sujetos
con valores de VO2max inferiores o
superiores a 40 mlVkg-1Vmin-1. Para aquellos
con un nivel inferior, la mayor intensidad no
parece especialmente necesaria, siendo la
intensidad mínima para producir mejoras
cualquier intensidad superior al 38% del
VO2max. Para sujetos de más de 40 mlVkg-
1Vmin-1, el mínimo sería el 50% del VO2 max
(Swain y Franklin 2002). Y si bien no se ha
determinado el óptimo para la máxima
mejora, se cree que estará entre el 80 y el
100% del VO2max (Wenger y Bell 1986,
Tabata et al 1997, Jones y Carter 2000,
Billat 2001, Kubukeli et al 2002, Laursen y
Jenkins 2002, Berg 2003).
Astrand y Rodahl, en su libro de texto de
fisiología (1986) indicaron que “Una
cuestión importante pero por resolver es
qué tipo de entrenamiento es más efectivo:
mantener un nivel del 90% del VO2max
durante 40 min o solicitar el 100% del VO2
durante 16 min ”. Al poco tiempo Olsen y
colaboradores (1988) trataron de
responderles en un trabajo con 2 grupos de
entrenamiento con intervalos, uno
entrenando mayor volumen (2,5 a 3 millas)
al 92% de VO2max, y otro con menor
volumen (1,5 a 2,5 milla) al 100%. Tanto el
rendimiento como el VO2max fueron
mejorados por igual en ambos grupos.
Actualmente conocer cuánto entrenamiento
es necesario de cada intensidad es una de
las más recientes tendencias en la
investigación en el entrenamiento de la
resistencia, especialmente en deportistas
de alto nivel. (...) Como se indicó anteriormente, el volumen
parece beneficiar la función cardiovascular
por un incremento del volumen plasmático.
Para retener adecuadamente estos 1-2
litros adicionales de plasma que se pueden
llegar a obtener, el entrenamiento debe
producir las adaptaciones de incrementar el
diámetro de las arterias existentes, y
formar nuevos vasos capilares alrededor de
las fibras. Por ejemplo, un keniano de elite
puede tener unos 6 capilares por fibra,
mientras que un estudiante de Actividad
Física y Deporte puede tener unos 4 por
fibra (Saltin et al 1995). Esta capilarización
parece estimularse con entrenamientos de
cierta intensidad, alrededor de umbral
anaeróbico (Navarro y García-Verdugo
2003), y la densidad mitocondrial a
intensidades alrededor de VO2max (Terjung
1995). La capilarización es también
necesaria para el tamponamiento del
lactato, otra adaptación lógicamente propia
del entrenamiento a intensidades elevadas
o muy elevadas, más allá del VO2max
(Péronnet et al 2001).
Así mismo parece que la intensidad es
especialmente necesaria a nivel
neuromuscular (Noakes 2003), es decir la
resistencia muscular para mantener la
contracción intensa de cada zancada en
fatiga, así como la habilidad de modificar la
frecuencia de ciclo, por ejemplo, en un
cambio de ritmo, una cuesta o un esprint
final.
Por tanto, parece que el volumen es
imprescindible para un desarrollo central
mientras que la intensidad lo es
especialmente a nivel periférico, en el
sistema cardiovascular, y en general en las
habilidades neuromusculares, si bien el
volumen también mejora las propiedades
metabólicas de las fibras para una mejor
economía.
Recuperación, densidad o frecuencia
No son términos sinónimos pero los
presentamos de forma agrupada, pues se
relacionan con la sucesión temporal de las
cargas de entrenamiento. Un principio
fundamental del entrenamiento es el de la
regeneración periódica.
La frecuencia es el número de sesiones en
un período de tiempo, habitualmente en el
microciclo. La recuperación es el tiempo de
pausa entre estímulos, y la densidad
representa la frecuencia de estímulos de
entrenamiento por unidad de tiempo, es
decir, un cociente o proporción entre la
duración del estímulo y la de la pausa
(Bompa 1999)
Todo ello permite llegar al compromiso
óptimo entre la carga que supone una
sesión y la obtención de su beneficio con
posterioridad (supercompensación). La
escasa recuperación conduce hacia la lesión
o el sobreentrenamiento, mientras que su
exceso al mantenimiento y posterior
descenso del nivel de condición física. De
ahí que la frecuencia de entrenamiento esté
tan relacionada con la intensidad, a lo que
hay que añadir que , la intensidad es el elemento clave para mantener el nivel de condición física en caso de una menor frecuencia o dificultades para la continuidad más que el volumen, a tenor
de los efectos del desentrenamiento
(Mújika y Padilla 2001, Mújika y Padilla
2000)(...).
La continuidad en el entrenamiento
aeróbico es especialmente imprescindible,
produciéndose palpables empeoramientos a
partir de las dos semanas de cese de
actividad, que habitualmente requieren de
mayor tiempo para su restauración de nivel
(Terjung 1995). (...)Tenemos
bastante claro, por ejemplo, como
identificar una intensidad de VO2max, y en
qué volumen entrenarlo, y sin embargo,
cuando recomendamos una pausa de 1
min, tampoco está tan claro si debería ser
mejor de 55, 50 o 42 segundos, pues así
mismo depende de que dicha pausa sea
pasiva o activa, y a qué intensidad en ese
caso.
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APARTADO:
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